Morir sin morir. Ver sin ojos. Sentir sin cuerpo. Quienes han vivido una experiencia cercana a la muerte (ECM) (Amazon) no regresan siendo los mismos. Sus relatos conmueven, estremecen y nos invitan a mirar la vida con otros ojos. Hoy reflexionamos sobre lo que se ve, se vive y se aprende cuando la muerte toca la puerta… y no se queda.
Un instante fuera del tiempo
Para muchos que han pasado por una experiencia cercana a la muerte, todo comienza con un instante. A veces es un accidente. Otras, una cirugía, un paro cardíaco, una enfermedad crítica. De pronto, el cuerpo colapsa. Pero la conciencia… no.
Uno de los relatos más comunes es la sensación de salir del cuerpo, de observar la escena desde arriba. Ver a los médicos trabajando, escuchar voces, incluso percibir detalles que luego son confirmados por los testigos.
En esos momentos, muchas personas describen un tiempo diferente. No el tiempo de los relojes, sino uno expandido, donde todo ocurre a la vez y el pasado, el presente y el futuro parecen fundirse.
La luz que todo lo envuelve
Uno de los elementos más recurrentes en las ECM es la aparición de una luz intensa y amorosa. No es una luz que deslumbra, sino una que envuelve, que acoge, que comunica sin palabras. Quienes la han visto dicen que es una presencia. Que transmite paz. Que no juzga. Que simplemente… ama.
En algunos testimonios, esa luz guía a la persona por un túnel. En otros, es un campo abierto, un lugar sin forma física pero con una claridad emocional absoluta. Se habla de una sensación de unidad, de plenitud, de haber “llegado a casa”.
El repaso de la vida
Otro fenómeno común en las ECM es el revisión panorámica de la vida. Como si una película se proyectara desde el corazón, la persona revive momentos significativos: alegrías, errores, palabras dichas y no dichas. Pero no lo ve desde su perspectiva. Lo siente como si fuera el otro: la tristeza que causó, la risa que provocó, la compasión que ofreció.
Este repaso no es un juicio. No hay castigo, no hay condena. Es más bien un acto de profunda comprensión emocional, donde la persona conecta con las consecuencias de sus actos desde una dimensión espiritual.
¿Es real lo que se ve?
Desde una visión científica, se han ofrecido diversas explicaciones: falta de oxígeno en el cerebro, liberación de endorfinas, alucinaciones por estrés extremo. Pero los sobrevivientes insisten: “Fue más real que la vida misma”.
Y lo que más impacta no es lo que vieron, sino cómo los transformó. Muchos cambian radicalmente su forma de vivir. Se vuelven más compasivos, menos materialistas, más conectados con el presente. La experiencia cercana a la muerte se convierte, para ellos, en una especie de renacimiento.
Una visión desde la Ciudad de México
En los hospitales de la Ciudad de México, también se han recogido historias que reflejan esta transformación. Un hombre que sufrió un infarto en Iztapalapa relata cómo flotó sobre su cuerpo y escuchó a los médicos decir que no lograría sobrevivir. Sintió una calma inmensa y vio a su abuela fallecida que le dijo: “Aún no es tu momento”. Cuando despertó en la sala de recuperación, lloraba… pero no de miedo, sino de gratitud.
Una enfermera del Hospital General narra cómo un paciente en coma por una semana describió, al volver en sí, detalles precisos de lo que ocurrió en la sala: nombres, conversaciones, la música de fondo. Y, sobre todo, una visión: un jardín luminoso lleno de mariposas donde una voz le dijo que tenía una misión pendiente.
El impacto espiritual
Más allá de las creencias religiosas, una experiencia cercana a la muerte abre preguntas profundas: ¿Somos solo cuerpo? ¿Qué nos espera después? ¿Existe una conciencia que trasciende la materia?
Quienes regresan de ese umbral suelen tener una espiritualidad más abierta y vivencial. Algunos encuentran consuelo en su fe. Otros redefinen lo sagrado desde la experiencia. Lo común en todos es una mayor valoración por la vida, por el amor, por el ahora.
El miedo que se transforma
Curiosamente, muchas personas que han vivido una ECM pierden el miedo a la muerte. No porque la deseen, sino porque la han sentido como un pasaje, no como un final. Hablan de la muerte como un retorno, una transición, un cambio de estado.
Y con ese nuevo entendimiento, también pierden otros miedos: el miedo al fracaso, al rechazo, a no ser suficientes. Se enfocan más en lo esencial. En vivir con propósito. En dar sin esperar. En dejar una huella de amor.
¿Una llamada de atención?
Podemos pensar que una experiencia cercana a la muerte es una llamada. Una sacudida que nos invita a despertar antes de partir. A veces, esas experiencias son un espejo: nos muestran la vida que llevamos y la que podríamos llevar si estuviéramos realmente conscientes.
La buena noticia es que no necesitamos morir para aprender a vivir. Podemos escuchar las historias de quienes estuvieron al borde, abrir el corazón y preguntarnos: ¿Estoy viviendo la vida que quiero? ¿Qué cambiaría si supiera que me queda poco tiempo? ¿A quién necesito perdonar? ¿Qué sueño necesito abrazar?
Reflexiones finales
La experiencia cercana a la muerte no es solo un fenómeno médico. Es, sobre todo, un espejo del alma. Nos recuerda que somos más que carne y hueso. Que hay una dimensión invisible que nos conecta, nos guía y nos transforma.
Escuchar a quienes vivieron una ECM es una oportunidad para repensar nuestra propia vida. No como un temor, sino como un despertar. Porque tal vez, al final, no se trata de cuánto tiempo vivimos… sino de cuánta vida le damos a cada momento.
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